27 de abril de 2011

Devociones madridistas

Equipo del Real Madrid de finales de los años 50 y primeros 60


Todos en casa eran del Real. Del Real Madrid. Cuando el Madrid perdía la paz familiar se alteraba. Creo que mi afán por contradecir y chinchar a la mayoría hicieron que me declarara atlético. Atlético de Madrid.

Pero al cabo de los años el sentido común se impuso y me reintegré a la devoción familiar. Sin aspavientos. Nadie se enteró. Pero mi corazón sufría cuando el Madrid padecía algún que otro desastre. Tengo que reconocer que en pocas ocasiones sucedía. Aquellas décadas de los 50 y los 60 fueron los años heroicos del Real. Si que me alegraba con las desgracias ajenas. Sobre todo con las del Barça. Decir esto hoy no es políticamente correcto pero así era y así sigue siendo, aunque con moderación. Con las derrotas del Atleti, sin embargo, nunca he disfrutado. Debe ser una especie de sentido de culpa. Que gane el Madrid pero que no pierda el Atlético por favor.

Recuerdo como si fuera hoy la primera vez que fui al campo de Chamartín con mi tío Francisco que era socio de toda la vida. Al estadio Bernabéu. Debió ser a finales de los 50 o principios de los 60. Un partido de Copa de Europa. Ganó el Madrid, no soy capaz de acordarme contra quien, con un resultado escandaloso. Cinco cero o algo así. Las luces, la iluminación del estadio me deslumbraron. En aquellos años las iluminaciones de las casas eran como amarillentas. Entrar en aquel estadio por la noche y observar la luminosidad blanca de miles de focos era todo un espectáculo sobrecogedor. El verde del césped. Los colores de las camisetas de los equipos. La entrada a ritmo de los futbolistas en el campo. Los gritos del público. Todo ello para un niño era como una explosión de júbilo. Desde entonces se cómo esto del futbol se mama y como se mama. La fuerza de un deporte consiste en la comunión de las masas en los estadios. Nada tan potente, tan religioso.

Di Stefano, Puskas, Del Sol, Gento, Rial, Pachín, Marquitos, Santamaría, Kopa. Ídolos infantiles a los que no he sido nunca capaz de señalar herederos en mi altar imaginario. Fíjate que después llegaron gentes como Amancio, Pirri, Butragueño, Juanito, Raúl, que han llenado páginas de gloria. Para mí, ni fu ni fa. Si acaso algún que otro destello de Zidane, de Ronaldo y ahora de Casillas. Pero poco mas. He adorado sin embargo a futbolistas de otros equipos como Maradona, Cruyff y alguno que otro. Pero la patria futbolística de uno es la infancia. De eso no me cabe ninguna duda.

Hoy pasados los años esto del futbol casi ni me va ni me viene aunque los sentimientos se siguen manifestando si bien de manera moderada. Por supuesto que nunca se me ocurriría ir a Cibeles a celebrar ni de llorar por las esquinas las derrotas.

Entonces, dirán ustedes, a que viene este rollo. Viene a que estoy hasta los mismísimos de un tal Mourinho. No he conocido nunca a nadie con tan mala leche, tan prepotente y tan vanidoso como este hombre. Parece la reencarnación en versión futbolera de la señora esta de la tele. Si, hombre, como se llama, que no me sale: la que llaman princesa del pueblo. Eso: la Belén Esteban. Decía el filósofo Buffon que “el estilo es el hombre”. Nunca mejor pensado. El estilo del Madrid hoy lo marca un solo hombre. Y eso es una pena. Ni sabe perder que es obligado en deporte, ni sabe ganar, que tiene tela eso de no saber ganar. Los equipos de futbol, hasta los mas humildes, son instituciones que desbordan el marco de lo personal. Ni siquiera Di Stéfano en su época definió por si solo los límites del Madrid.

Molowny, Muñoz y Del Bosque representaban la tradición mejor del Real Madrid. Ahora esa tradición, esa bonhomía, se ha puesto en manos de un cantamañanas, de un bocazas, que, incluso en la victoria, solo puede suponer la vergüenza para el Real Madrid. Y por lo que se ve con la complacencia de muchos seguidores del equipo, ávidos de triunfos que se le niegan al equipo en los últimos años.

Dudo que esta noche vea el partido. Me pondría de los nervios pues tengo el corazón partío como los flamencos. Por una parte deseo que el Madrid gane, cuanto mas al tratarse del Barcelona el contrario. Pero en mi fuero eterno me alegraré de que nos metan cinco o seis goles. A ver si así desaparece de nuestras vidas este peligro venido de Occidente. Con la cantidad de cosas buenas que nos vienen de Portugal…que mala suerte que a nosotros nos hayan tocado estos dos indeseables. ¿Qué quién es el otro? Pongan ustedes el nombre.

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