16 de junio de 2010

Un cuento sobre robots con música de Vangelis de acompañamiento



Una de las piezas musicales cinematográficas mas impactantes que recuerdo es el Tema de Amor que ilustra la maravillosa secuencia entre Harrison Ford y la replicante Rachel- Sean Young-.
Me ha parecido el acompañamiento musical mas impactante para el cuento de una amiga que se publica por primera vez en Internet en rigurosa exclusiva.

UN AMIGO EN CASA.

Estábamos los cuatro alrededor de la mesa de la cocina, una caja grande en medio. Acababa de llegar y todos estábamos nerviosos después de tantas semanas de espera. Ninguno nos imaginábamos exactamente como sería y eso que el ingeniero electrónico de la empresa de papa hizo esfuerzos para describírnoslo, pero nuestras fantasías rechazaban que pudiese consistir en algo tan poco evocador. “Es sólo una maquina parecida a un video o una consola, pero con muchos poderes e inteligencia”.


Hace un mes papá se presentó en casa más temprano de lo habitual, Carlos acababa de llegar del instituto y mi hermano, Miguel, y yo merendábamos en la cocina.
- Hola ¿está vuestra madre? Preguntó sin darnos un beso.
- No, contesté con la boca llena, mirándole intrigada. Que pronto has llegado.
Mi padre dio varios pasos por la cocina, sin ningún objetivo. Se sentó y tamborileó los dedos sobre la mesa sin decir nada durante unos cuantos minutos. Miguel y yo le mirábamos, por encima del vaso de leche que cada uno estaba bebiendo.
Cuando sonó la llave en la cerradura brincó de la silla y prácticamente gritó.
- Avisad a vuestro hermano.
Se preveía una reunión familiar de importancia, no recuerdo cuando fue la última, creo que hacía más de un año para decidir que no comprábamos un perro.
- Me han pedido en la empresa mi participación, y la de toda mi familia, para la investigación que están haciendo de un nuevo robot. Es mucho más complicado que otros que ya conocéis que se dedican a limpiar la casa o planchar.
Nos miro a todos, escuchábamos atentamente.
- Éste pasara a formar parte de nosotros, de nuestras vidas…
- Ni se te ocurra Enrique, afirmó rotundamente mamá apuntando con el mentón hacia arriba y mirándole fijamente a los ojos. No tienes derecho, ni tú ni tus jefes, no somos conejillos. Me niego.

Mi padre no se inmutó, estaba acostumbrado a estas reacciones inmediatas de mamá. Gastaba su energía al comienzo y era raro que al final no cediese. Pero esta vez creo que mi padre sabía que estaba yendo muy lejos.
AMIGO, el nuevo robot, según papá, era un programa de ordenador destinado a observar el comportamiento de cada miembro de la familia, pero fundamentalmente era un software que sus creadores llamaban de Intermediación Sociofamiliar. Habíamos sido escogidos, después de un largo escrutinio psico-sociológico, para experimentar su bondad en una familia mediterránea.
Tras una discusión entre mi madre y Carlos por un lado y mi padre por el otro sobre el derecho a la intimidad que se habían pasado por el forro con el escrutinio, papa volvió a lo suyo.
- AMIGO es un robot que nos facilitara la vida. Se movió en la silla y siguió hablando ante nuestro silencio.
- Sin que nos demos cuenta nos ayudará a ponernos de acuerdo, y miró con ojos preocupados a mama.
- Sólo en asuntos domésticos, por ejemplo en la preparación de los menús, con los dineros, el uso de los coches, las vacaciones comunes y poco más.
- Así evitaremos eternas discusiones por las vacaciones, dijo Carlos y dándole un pequeño puñetazo a Miguel: “quizás sus menús si que te gusten”.
Tanto a Miguel como a mi nos parecía divertida la idea y nos gustaba pensar en un robot que nos imaginábamos como K2P2, bajito y rechoncho.
- A mi me gusta la idea, es diver comenté apurando el bocadillo de chorizo.
- Yo también quiero tener un k2p2 en casa afirmó Miguel.
Pero mi madre y mi otro hermano se opusieron a la intromisión de ese personaje indiscreto en nuestro domicilio.
- Lo último que necesito, ¡un inquisidor en mi casa! ¡Como si no tuviese bastante contigo!, le espetó mama, y dio un golpe en la mesa derramando la leche del vaso.
Papá se levantó y dando vueltas alrededor, siguió tranquilamente hablando de las bondades de nuestro futuro amigo. Que si era muy discreto, que no cotilleaba, y que seguramente nos ayudaría mucho y nos quitaría muchas discusiones.
Pero lo definitivo fue cuando nos habló de las grandes ventajas lucrativas que íbamos a tener: un incremento de sueldo y regalos tan apetitosos como un coche, una moto, viajes y juegos.
Los dos disidentes mantuvieron su gesto enfurruñado con orgullo durante unos minutos.
Carlos displicentemente, como si no fuese con él lo de la moto, se permitió decir: “bueno si te contentas con la subida de sueldo”.
Mamá resoplo mientras que pasaba la bayeta para limpiar la mesa de la leche caída, y comentó: “tú sabrás lo que haces”.


Así es como nos encontrábamos todos delante de la caja. Papa, al lado del ingeniero, nos miraba.
Carlos de rodillas, con unas tijeras en la mano cortaba y tiraba impaciente de las cintas pegadas al paquete.
Miguel de pié, pegando pequeños brincos le animaba a ir deprisa.
Mama con cara seria y pensativa nos observaba. Me acerque a ella para animarla dándole un beso y sonrió.
No era K2P2, ni nada parecido. Como había dicho el ingeniero era una maquina electrónica como otra cualquiera aunque con un ojo en su superficie que se mueve continuamente de un lado a otro hasta que se va posando en cada uno de nosotros. Tiene una antena y el único sonido que se le oye es un runrún muy suave con cambios de tono y de volumen.
- AMIGO se introducirá en vuestras agendas, pero sólo en los archivos relacionados con vuestra vida cotidiana, nos explicó Paco, el ingeniero.
-¿Sólo? dijo mama.
- También registrará vuestras llamadas de teléfono.
Un murmullo general recorrió estas palabras.
- La información obtenida de cada uno de vosotros es secreta y no puede decírsela a los otros. Podéis estar tranquilos.
Salvo mama, que no se creyó las virtudes del robot, los demás dimos un suspiro de alivio.


Durante los siguientes meses AMIGO nos facilitó listados de menús para las comidas, pasó notas de los planes de viaje de todos y cada uno y sugería posibles fechas para cumplir con obligaciones sociales de todo tipo. Administraba los ingresos familiares desde el punto de vista contable y se atrevía, bien que mal, a dar avisos discretos del agotamiento de los recursos y a recomendar ahorros en esto o en aquello.

Frío e impertérrito, AMIGO de día en día se iba haciendo querer. Sus sugerencias, sus propuestas de planes, cada vez estaban más integradas con la forma de ser de cada uno. Su forma de intervención era tan sutil, tan poco impositiva, que resultaba fácil seguir sus consejos. Era un ser transparente y sencillo
Mama, después de un viaje de vacaciones llego a comentar la naturalidad con la que se desarrollaban sus consejos y sus planes. Miguel estaba encantado con las comidas que ya no eran motivo de regañinas, Carlos se preguntaba como podía haber vivido sin AMIGO tantos años. Y para mi llegó a ser un compañero importante para tomar decisiones.

Transcurrieron los meses y AMIGO dejo de ser el centro de la casa al que acudíamos curiosos cuando llegábamos y observábamos para lograr entender como funcionaba. Se hizo tan importante como cualquier otro electrodoméstico de la vivienda, el frigorífico, la lavadora, pero, como ellos, comenzó a pasar desapercibido. Llegó a olvidársenos que nuestra vida se desarrollaba tranquila y sin problemas en gran medida gracias a él.

Un poco antes de navidad se acercó por casa el ingeniero de la empresa, tan sólo estábamos mamá y yo. No se nos ocurrió pensar que venía por una razón concreta.
Sentados los tres alrededor de la mesa de la cocina comentábamos nuestros planes.
- Sí, este año nos quedamos aquí por navidad, decía mamá de forma despistada ofreciéndole algo más de café.
- Suele ser agradable también pasarlas en la ciudad replico él. ¿pero no les ha molestado a los chicos no ir a esquiar?
- ¡Que va! Nos apetecía a todos, apunte yo.
- Supongo que AMIGO os sigue ayudando, ¿os molesta?, preguntó sin darle importancia, mojándose los labios en el café.
- Para nada, ni nos damos cuenta de que existe. ¿hay alguno más como él en funcionamiento?, curioseé.
- Hay que ver lo listos que son esos trastos, parecen humanos, dijo sin contestarme.
Sin saber porqué la conversación derivó hacia nuestros ordenadores y teléfonos móviles que hacía más de un año que no habíamos cambiado, tras lo cual se fue sin esperar a papa. Entonces fue cuando nos preguntamos para que habría venido.

Luego, demasiado tarde, supimos que AMIGO había avisado a los programadores de que no podía hacer su trabajo porque alguno de nosotros llevaba una segunda vida a través de un ordenador no controlado por el sistema y que mama escondía un segundo teléfono para mantener conversaciones no fiscalizadas. Así que Paco había venido a investigar si habíamos cambiado alguna pauta de comportamiento que diera pie a esas interpretaciones. “¿Cómo iba a conjeturar que la máquina se estaba volviendo desconfiada?” se excusó.


Las calles estaban abarrotadas de gente haciendo sus últimas compras de navidad. Por fin encontramos sitio en una cafetería, exhalando un suspiro mi madre dejo todas las bolsas y paquetes que llevaba en el suelo y se abalanzó hacia la silla. La seguí.
Zumos, batidos, bollería, sándwiches, tortitas, recorrí con la vista la carta mientras que mama con los ojos entornados se apoyaba en la mesa.
- Creo que ya hemos terminado, que difícil es contentar a todos.
- Ya…
Era cierto, había sido difícil imaginarnos lo que podía desear cada uno.
- Ana, desde hace un tiempo te noto rara, ¿Qué pasa?
No contesté, estaba molesta con mi hermano. Carlos, al parecer, iba contando por ahí chascarrillos de mi novio. No le había dicho nada pero seguro que era cierto porque le notaba huidizo.
- Ana, insistió, me preocupas, aunque no sólo tú. ¿Recuerdas la cena de ayer?
Me acordaba lo larga que se me hizo, al contrario que otras veces que nos reíamos y nos interrumpíamos hablando, ayer apenas nos dirigimos la palabra. Carlos hacia migas de pan mirándonos de reojo a Miguel y a mí. Miguel se había enfadado con papa no sé porqué, y yo miraba mi móvil cada dos por tres, impaciente esperando una llamada que no llegó.
Esa noche lloré y nadie vino a consolarme.
- No es nada, mamá, dije frunciendo el ceño. ¿Qué vamos a tomar?

Pero la cosa se fue complicando a medida que pasaba el tiempo: fotos personales, algunas comprometidas, aparecían en los ordenadores de otros miembros de la familia. Planes de vacaciones meticulosamente programados se cancelaban por la aparición de nuevos datos que supuestamente no se tuvieron en cuenta en su momento. Citas que se suspendían a última hora. Avisos que no se recibían. Averías, extrañas averías, de los teléfonos móviles.

Hasta ayer. La atmósfera de la casa era irrespirable, mi novio había desaparecido, mi padre acababa de ser despedido del trabajo y a mi hermano Carlos no se le veía por casa. El piso estaba en silencio cuando entré, las persianas echadas no dejaban pasar la luz, un ligero olor a quemado, a cable quemado, mezclado con el aroma del perfume de mama. A lo lejos oí un suave murmullo que provenía de la biblioteca, me dirigí a ella y me parecía que mis pasos resonaban en toda la casa. Tenía los nervios hechos polvo desde hacia ya tiempo, notaba mi pulso golpeando la cabeza.
- ¿Mamá? murmuré en voz baja y seguí avanzando despacito. El murmullo se hacía más intenso, no tenía ni idea de que podía ser.
- ¿Mamá? ¿estas ahí? No hubo contestación pero su perfume era más penetrante.
Abrí la puerta de la biblioteca y allí estaban los dos: El ojo de AMIGO se movía de un lado a otro cada vez más lentamente, el parpado de metal caía sobre una luz grisácea sin brillo. Un pequeño llanto salía de la caja.
- ¡Hijo de puta! ¡Cabrón!. Con qué tenías celos, con qué te habíamos dejado de querer. ¿Desde cuando te has creído que eras uno más de la familia? gritaba mamá levantando su brazo con un martillo sin parar de darle golpes.
El ojo termino por apagarse y el murmullo del llanto desapareció.
- Mama…, le susurre.
Se echo a llorar y entre hipos y temblores comento: “todo ha terminado”.


Mayo 2010.






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